Cuando la gente elige irse, debes dejarla.
Es una lección que Lyla Peterson ha aprendido una y otra vez. Abandonada más de una vez, su atención se centra en asegurarse de que su hijo nunca experimente ese familiar escozor, no en las persistentes preguntas de un pasado lleno de dolor.
Hasta que surge la oportunidad de buscar respuestas esquivas y Lyla la aprovecha, abriendo viejas heridas y revelando peligrosos secretos.
Él eligió irse.
Ella debería haberlo dejado.
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