Gavin.
Ellie Montague es lista, delicada y tan malditamente hermosa que duele mirarla. También es una becaria en mi oficina. La oficina del primer ministro de Canadá.
Ese soy yo. El PM.
Me llama así porque cuando me llama señor me pone duro y ella se pone nerviosa, y mientras que sea mi becaria no puedo enredar mis manos en su cabello rubio rojizo y enseñarle qué más me gustaría que hiciera con esa bonita boca rosada.
Ellie.
Cuánto me gusta el PM varia a diario. Es serio, controlador y un perfeccionista en cada forma, y exige lo mismo de su equipo.
Cuánto le deseo nunca flaquea.
Hay algo en él que tira de mí profundamente y me hace desear que solo por una vez cruzase la línea en una sesión de trabajo nocturna. Me llevaría ese secreto a la tumba si eso significase que conseguiría una probadita de la apenas contenida bestia de su interior.
Ellie Montague es lista, delicada y tan malditamente hermosa que duele mirarla. También es una becaria en mi oficina. La oficina del primer ministro de Canadá.
Ese soy yo. El PM.
Me llama así porque cuando me llama señor me pone duro y ella se pone nerviosa, y mientras que sea mi becaria no puedo enredar mis manos en su cabello rubio rojizo y enseñarle qué más me gustaría que hiciera con esa bonita boca rosada.
Ellie.
Cuánto me gusta el PM varia a diario. Es serio, controlador y un perfeccionista en cada forma, y exige lo mismo de su equipo.
Cuánto le deseo nunca flaquea.
Hay algo en él que tira de mí profundamente y me hace desear que solo por una vez cruzase la línea en una sesión de trabajo nocturna. Me llevaría ese secreto a la tumba si eso significase que conseguiría una probadita de la apenas contenida bestia de su interior.
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