Comenzó con una sola mirada, mi obsesión, mi deseo y necesidad de poseer a la dulce e increíblemente ingenua Elena Romero.
Como un ladrón, llegué en medio de la noche y la robé de su
castillo protegido y la instalé en una jaula dorada.
Se completó el acuerdo. Su padre sabía que yo venía, sabía
que tenía la intención de hacerle pagar.
Su imperio se estaba desmoronando. No tenía dinero, nada de
valor para mí, nada excepto... ella.
Por eso aceptó.
Su preciosa y virgen hija a cambio de una deuda
pagada.
Pensó que la rompería, la mataría, no tenía ni idea de lo
que realmente había planeado.
Ella se convertirá en mi esposa.
Dará a luz a mis hijos.
Se someterá a mi voluntad.
Y yo haré cualquier cosa para mantenerla a mi lado
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