Había una vez tres hermanos...
Bastian, el mayor, era el protector, el responsable, el correcto, el que jamás
sonreía...
Evan, el mediano, era el seductor, el superdotado, el divertido, el que
derretía al sonreír...
Kaden, el pequeño, era el romántico, el sensible, el despistado, el que
siempre sonreía...
Cuando eran unos niños —tenían once, nueve y siete años—, encontraron a
un perro moribundo en la cuneta de una carretera. Entre los tres, lo rescataron
y lo curaron. Lo llamaron BEK, por las iniciales de sus nombres. Ahí,
comprendieron que su destino no podía ser otro que la Medicina.
Y lo hicieron. Se graduaron con honores en Harvard. Realizaron la
residencia de sus especialidades en el mismo hospital, donde, posteriormente,
los contrataron: el Hospital General de Massachusetts. Escalaron puestos
enseguida gracias a sus méritos, su inteligencia y su profesionalidad. Eran muy
buenos; cada uno, en su campo: Bastian llegó a ser jefe de Pediatría; Evan,
jefe de Oncología, y Kaden, jefe de Neurocirugía. Además, eran tres de los
solteros más codiciados de la alta sociedad de Boston. Provenían de una de las
familias más adineradas del estado. En el hospital, los llamaban los tres
mosqueteros, porque eran
inseparables, porque se cubrían las espaldas los unos a los otros, porque
adonde iba uno los otros lo seguían y, sobre todo, porque los tres hermanos
eran irresistibles...
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