Alex tiene cicatrices profundas en su alma y en su piel que atestiguan el pasado tortuoso vivido a manos de su padre. En la actualidad es un hombre de éxito, y aunque ha logrado controlar su voz hablando en un tono tan bajo y pausado que produce escalofríos, todavía hay momentos en los que aflora lo que él considera un recordatorio de su sufrimiento: su tartamudez.
Samantha siente escalofríos cuando está frente a su nuevo jefe, aunque no logra distinguir si son por el odio o por la atracción que él le genera. Alex le otorga trabajos imposibles de concluir en la fecha que establece como límite esperando que claudique, y ella le demuestra su eficiencia en todo momento sin darse por vencida jamás. Sin embargo, él no está dispuesto a dar su brazo a torcer frente a esa mujer que le hace sentir como ninguna otra antes.
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