He pasado la mayor parte de los últimos años evitando al mejor amigo de mi hermano, Weston Aldrich.
Como director general de Andes Inc, el exasperantemente guapo e incesantemente gruñón Weston también resulta ser mi nuevo jefe.
No debería haber sido difícil seguir evitándolo. Al fin y al cabo, él está en la planta ejecutiva y yo soy una de tantos redactores.
Weston tiene sus propias ideas sobre cómo deben ir las cosas entre nosotros. Aparece en mis correos electrónicos, deja notas en mi escritorio y, por si fuera poco, se las arregla para que lo acompañe en un viaje de negocios.
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