En un momento de debilidad, lancé un grito de socorro que fue respondido por la mano derecha de mi hermano.
Un asesino de la mafia.
Un carnicero.
Irrumpe en mi vida con los bolsillos de sus caros trajes llenos de sedantes y bridas por si no apruebo su forma de protección autoritaria.
Te aseguro que no.
Pero cuando mi mundo se desmorona y no tengo adónde ir, me veo obligada a escapar con él.
A una casa aislada.
Los dos solos.
Solos.
Y rápidamente queda claro que las personas peligrosas a las que he temido no son nada en comparación con el hombre de la habitación de al lado.
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