Lo perdoné por las mentiras que dijo.
Y lo perdoné por romper mi cuerpo con su tacto.
Pero no podía perdonarme quedarme.
Hasta que te conocí... mi antídoto.
Sabía que no podía seguir perdonándolo, cuando podía estar a salvo en tus
brazos.
Con tu toque, no hubo lágrimas.
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