Matt me toma por la cintura, levantándome sin dificultad y
me coloca en tierra firme. Pero sin retirar sus poderosas manos de mis caderas.
Mierda, es demasiado alto para mi metro cincuenta y cinco.
Debo parecer una persona a escala a su lado. Un aroma de musgo y madera emana
de él…
¿Por qué me quedo aquí paralizada?
¡Anda, muévete y haz algo, al menos intenta decir algo,
tonta!
Me maldigo internamente por lo mucho que me perturba su
presencia tan cercana.
–¿Estás bien? ¿No tienes vértigo? –me pregunta Matt.
–Sí, estoy bien.
Me aparto de él, tal vez demasiado rápido, para que mis
hormonas dejen de enloquecerse tanto. A juzgar por su amplia sonrisa, mi
perturbación no le pasa inadvertida.
¡Mierda!
Mi plan era simple: encontrar un trabajo rápidamente para
asegurar el pago del alquiler.
¡Y lo encontré! ¡Un puesto como camarera en el pub más
popular de la zona!
Todo marchaba sin incidentes hasta que llegó él: Matt, un
metro noventa y uno de puro músculo, sexy y arrogante que hace que las chicas
se vuelvan completamente locas en cada uno de sus conciertos.
Este hombre se ve muy bien en el escenario y es demasiado
tentador. Podemos negarnos a pensar en… eso, lo que ambos queremos que pase. Y
él lo sabe.
¡Excepto yo, Charlotte, que digo que no!
Bueno… tal vez. ¡Porque nunca he sido buena resistiéndome a
la tentación!
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