Él es poderoso, me lleva unos buenos años… y mi jefe, una combinación letal.
La satisfacción laboral ha adquirido un significado completamente nuevo.
Cuando mentí en mi currículum, no esperaba que importara.
Quiero decir, estaba dispuesta a llevarme bien con cualquier niño; nací para ser niñera.
Solicité un puesto para trabajar para una mujer, o eso pensé.
Pero Julian Masters es definitivamente un hombre… del tipo que sueñas con lamer chocolate de su cuerpo.
El primer día fue malo.
Los niños se portaron como engendros del demonio y yo lo espié a través de una ventana y lo sorprendí haciendo algo obsceno… e igualmente fascinante.
El segundo día fue peor, me pilló fisgoneando en los cajones de su baño y se desató el infierno.
Al tercer día, lo atropellé con un carrito de golf.
Y para el cuarto día yo había decidido que quería ese chocolate… y todo lo demás.
Pero los jueces—ricos y viudos—no se enamoran de las niñeras tontas.
¿O si?
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