“Apuesto a que puedo desenredarte”.
En un reclamo de equipaje en el aeropuerto, Penny Darling
levanta la vista de su nudo de audífonos para encontrar al hombre más sexy que
jamás haya visto. Tiene un corte de pelo militar, una cicatriz en la ceja, y
está vistiendo una camisa de vestir rosa pastel como solo un hombre de verdad
puede. Pero Penny sigue una Dieta de No Hombres, por lo que abandona el
aeropuerto sin sucumbir a sus deliciosos dos sentidos... ni a sus hoyuelos
soñadores.
El Investigador Privado Russ Macklin no puede apartar los
ojos de Penny. Mientras sale del aeropuerto con las caderas balanceándose y los
rizos rebotando, él sospecha que pueden compartir algo más que una química
sofocante. ¿Esa maleta que está rodando detrás de ella? Se parece mucho a la
suya.
Porque lo es.
Cuando la rastrea, mantiene a su bolso como rehén a cambio
de una cita. Su noche comienza con margaritas y termina en urgencias, y Russ
prueba que la teoría de Cosmo sobre un tipo muy particular de orgasmo es una
falacia.
En Penny, Russ encuentra a una novia de pueblo pequeño con
un lado muy travieso. Por primera vez, está pensando en la cerca de
madera.
Penny encuentra en Russ un hombre amoroso y cariñoso que
entiende el poder de dar masajes en la cabeza en la ducha.
Pero Russ está solo en Port Flamingo por una semana. Están
de acuerdo en que será una aventura y nada más. Porque, en realidad, no pueden
enamorarse de esa manera...
¿Pueden?
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