Juré que nunca volvería a enamorarme de Dolton Ford, no después de que tomó mi virginidad y se alejó a la mañana siguiente como si no significara nada.
Tres años después, estoy quebrada y desesperada, ¿y adivina quién me está ofreciendo un trabajo?
Trabajar como su asistente debería ser simple: enfocarme en el papeleo, no en cómo su toque todavía me quema.
Luego llegó Chicago. Un viaje de negocios, una habitación de hotel con una sola cama king, y cada promesa que me hice se fue en llamas.


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