Cuando el tío que está sentado junto a mí en el bar coquetea conmigo, con esa sonrisa canalla y un traje carísimo, no me doy ni cuenta de que estoy a punto de tener un rollo de una noche con el hombre que me muero por que me contrate.
Al día siguiente, después de esa aventura que pone mi mundo —y mi cuerpo— patas arriba, empiezo un trabajo de verano como doncella en un hotel de cinco estrellas, aunque estoy decidida a abrirme paso en el mundo de la tecnología. Mientras quito el polvo y dejo reluciente la Suite Park, entra el Señor Sonrisa Canalla con expresión gélida
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