Cuando una detective llamó a la puerta de Honey Marshall para advertirle que podría ser la próxima víctima de un asesino serial, la joven camarera se dio cuenta del error que había cometido al dejar entrar a un extraño en su casa. Él no le dijo su nombre, pero a ella no le importó.
El hombre con el tatuaje de una flor de loto en el cuello olía a pecado, misterio, lujuria y errores.
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