—Toca para mi, Juliet…
Esas cuatro palabras fueron susurradas en mi oído una y
otra vez hasta que ansié lo que solía temer. Una demanda tan simple de mi
secuestrador, el hombre que me capturó y se rehusó a decirme por qué no me
dejaba ir.
Yo era de él.
Me hizo necesitarlo, tanto como él me necesita. Rompí
todas las reglas de la prisión dorada en donde me puso.
Durante el día gobernó su oscuro y sórdido mundo. A
sus súbditos ya mí.
Durante la noche se inclinó ante mis pies.
¿Te has preguntado alguna vez qué pasó con los villanos en
todos los cuentos de hadas que lees?
Pronto lo descubrirás.
Todo comenzó cuando me secuestró y me hizo su mascota.
Y todo terminó conmigo ....
Llamándolo maestro.
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