“No le cuentes a nadie acerca de lo que pase aquí adentro, jamás”.
Amelia está desesperada: su nuevo jefe no sólo es frío y
arrogante, sino también dominante y exigente. Aparte de eso, Robert Hardy
parece un modelo de GQ y a ella se le pone piel de gallina cada vez que está
cerca de él.
Él tiene dos reglas firmes para su compañía. Número uno:
nunca se involucre con una empleada. Número dos: nunca rompa la regla número
uno.
Su lado encantador parece estar reservado para los
clientes. Nada de lo que Amelia hace parece ser lo suficientemente bueno para
él. Y con cada vez que estropea algo, con cada ley no escrita que rompe, ella
teme perder el trabajo que tanto necesita.
Hasta que Robert finalmente comienza a ordenar a Amelia a su oficina. Y le dice que cierre la puerta. Por una buena razón: de repente Robert comienza a romper sus propias reglas… ¿Así como el corazón de Amelia?
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