Los chicos rudos juegan mejor.
Siempre he sabido cómo hacer que las chicas caigan de rodilla.
Cuando abro la boca y toco mi música, se alinean para gritar mi nombre.
Cole Travis, estrella de rock y leyenda del instituto.
Las fans me ruegan una sucia sonrisa y un sucio beso.
Y les doy todo lo que podrían querer.
Todos estos años, pensé que era suficiente. Hasta ella.
Mónica Romero, la chica nueva cuyos ojos melancólicos esconden un corazón cerrado.
Un corazón que sé que me pertenece pero que nunca podré tener.
Ella no me conoce.
Mi banda.
Mi reputación.
Ni siquiera mi nombre.
Pero ella me recordará.
Porque si no puedo tenerla.
Nadie lo hará.
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