UNA NOCHE.
SIN NOMBRES.
SIN COMPROMISOS.
Ese fue nuestro acuerdo.
Pero Spencer Lancaster era adictivo.
Y estaba drogada.
Drogada por su sabor, hambrienta por su
beso y desesperada por su toque.
Así que cuando me pidió que me quedara, que disfrutara de
su compañía más noches de las que sabía que debería, no estaba cuerda para
decir que no.
Todo era perfecto. Un sueño hecho realidad.
Pero a medio mundo de distancia había secretos.
MENTIRAS.
INSEGURIDADES.
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