Cuando tenía doce años en la estación de trenes un desconocido me enseñó el
significado de lo feo. Abusó de mí y amenazó con matar a mi familia si lo
contaba. Me quedé en silencio, y la fealdad aumentó.
Ahora, esa palabra rueda como fragmentos de una película en mi cabeza. Lo único
que he hecho desde que mi mejor amigo, Keyon Arias, se fuera del pueblo ha sido
cimentar lo fea que soy. Fea en el interior, muy profundo en mi corazón. En el
exterior… soy una zorra. Les sonrío a los hombres y los hago gemir con el
placer que controlo. Ellos no. Nunca ellos.
Después de cinco años de estar lejos, mi hermoso chico ha vuelto al pueblo para
el baile de máscaras de su padre. Pero está diferente. Fuertes músculos
reemplazan la piel y los huesos de su cuerpo una vez infantil. La única cosa
que sin embargo no ha cambiado es la mirada asesina en sus ojos cuando acaba
con sus oponentes.
En el cuadrilátero veo al niño intimidado ya adulto, dominando en formas que no
pudo hacer en secundaria. Es el hijo del alcalde. El luchador de la MMA en
crecimiento. El hermoso.
No soy la Paislee Cain de antes, la chica dulce que una vez conoció, la cual
espantó a los matones. Soy la zorra del pueblo. La chica sucia cuya vergüenza
jamás desaparecerá sin importar cuantos hombres use. Él odiaría en lo que me he
convertido. Porque lo hermoso jamás puede amar a lo feo.
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