Lo sentí incluso antes de verlo en ese bar desierto. Han
pasado los años. Una mirada a él y todo vuelve. Sus ojos me atravesaron,
desnudándome y exponiendo mis secretos más oscuros. Peor aún, parecía saber en
lo que pensaba a altas horas de la noche, sola en mi habitación. Nunca he dicho
las palabras. No tuve que hacerlo. Tal vez sea porque él es parte de eso.
Mi pasado y mi presente.
Fantaseaba con él.
Fueron sus labios sobre los míos, sus manos las que me
inmovilizaron.
Su áspera barba que raspaba mi cuello mientras me decía qué
hacer. Era natural que mi mente se consumiera con pensamientos sobre él.
Después de todo, me había enamorado de él hace años, pero nunca podría ser por
tantas razones.
"Dime que lo quieres". Su voz áspera atravesó la noche y no pude resistir. Era un comando del que había caído presa, y ahí es donde realmente comienza mi historia.
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