Desde que tengo memoria, sólo he tenido un objetivo: la
supervivencia. Es lo que sé. No hay futuro más allá de pasar otra noche y tener
en mis manos tanto dinero como sea posible, por cualquier medio necesario. El
orgullo y la dignidad son cosas que no me puedo permitir.
Ha sido el peor año hasta ahora, y no porque viva en la
calle. Eso no es nada comparado con estar separada de mi pequeña niña. Pero
hago lo que puedo, y envío el dinero que gano para su cuidado. Sólo puedo
esperar que me recuerde. Estoy más que desesperado, necesito que sepa cuánto la
amo y que he hecho todo lo posible para volver a ella.
El día que me bajé del autobús en Seattle, lo vi. Adrian
apareció en el momento en que más necesitaba una mano amiga, y su hábito de
rescatar a los perdidos se convirtió en mi salvación. Me dio esperanza. Me
enseñó a soñar con algo que nunca me había atrevido a desear.
Un hogar.
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