La llamada telefónica de su hijo de veintidós años, borracho y a última hora de la noche, tiene a Grant Forena conduciendo cientos de kilómetros para golpear algo de sentido en él.
En cambio, se encuentra dándose cabezazos con la mujer joven más impresionante
que jamás haya visto.
McKay Priestly es feroz, fuerte y cautivadora en formas que Grant nunca
esperaba.
Grant culpa a McKay por la conducta imprudente de su hijo, pero algo más
impulsa su ira y sus duras palabras.
McKay siente la misma química imposible.
Actuar sería una locura, pero ignorarlo no hace que el dolor desaparezca.
Cada vez que uno pasa en la compañía del otro es un error, cada mirada lleva
palabras que no se atreverían a hablar en voz alta.
Pero el control sólo puede ir tan lejos.
Algo tiene que pasar y cuando finalmente lo hace, pone en marcha la bomba
emocional de sufrimiento que comenzó.
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