La vida de Evelyn Casey está detenida. Está en sus
veintitantos años, luchando con la escena de citas en San Francisco. Nada
parece estar funcionando, y está empezando a pensar que pasará el resto de sus
días en su triste apartamento con su arrogante compañera de piso, Brooklyn. Es
absurdo, pero a veces Evey anhela que un ángel de la guarda aparezca y salve el
día. Y entonces lo hace. De verdad. Su nombre es Lucian y es un ángel de
la guarda, ha estado en ese trabajo durante dos mil años. Su repentina presencia
en su vida es tanto buena: es brillante, ingenioso y cálido, como mala: es
brillante, ingenioso, cálido y está bueno. Pero tan perfecto como Lucian
parece, tiene sus propios problemas. Él se ha emborrachado e inmiscuido
descaradamente en la vida de Evey, yendo en contra de la ley cósmica más
grande jamás creada.
Para Evey, las reglas son simples: No se te permite liarte con tu ángel de la
guarda. Pero a veces cumplir con tu destino requiere un salto de fe, una
confrontación con Dios.
Sí, el mismísimo Dios.
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