Jenna.
Hay dos cosas que debes saber sobre mí: soy muy independiente y soy una genio.
Literalmente, soy una genio. Al menos eso es lo que dice mi coeficiente
intelectual.
Pero incluso siendo una genio, los errores son inevitables. Soy humana, después
de todo. Todo empezó una noche en la que un sexy multimillonario me invitó a
una copa y accidentalmente se la tiré por encima de su traje de cinco mil dólares.
Intentó culparme a mí, pero en realidad la culpa fue suya por su falta de
respeto a mis límites personales. Me ofrecí a pagar la tintorería y le di mi
número para que me dijera cuánto costaba. Lo hizo y acabamos pasando la noche
juntos.
Resumiendo, el condón se rompió, me olvidé de tomar la píldora dos días
seguidos y creamos un bebé por error. Nunca pensé en contarle lo del bebé hasta
que perdí mi trabajo y el propietario convirtió los apartamentos en los que
vivía en condominios.
Me dijo que no podía ser padre, y me pareció bien. No
necesitaba que un hombre me complicara la vida. Estaba preparada para emprender
mi viaje como madre soltera hasta que...
Lucas.
Lo único que hice fue fijarme en una hermosa mujer e invitarla a una copa. Una
bebida que ella derramó por descuido sobre mí y luego tuvo el descaro de decir
que era mi culpa. La perdoné porque la quería. Al menos por una noche.
Tal vez debería haberme olvidado de ella y haber tirado su número. Pero no lo
hice, y durante nuestra aventura de una noche se produjo un percance que dio
lugar a un bebé. No tenía madera de padre, o quizás sí, pero no quería serlo.
Lo último que necesitaba en mi vida era el drama del bebé.
Me gustaba mi vida de soltero tal y como era, y a Jenna le parecía bien. Dejó
claro que no quería que me involucrara. Estaba dispuesto a seguir con mi vida
como si nada hubiera pasado hasta que...
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