“No puedo quitarme la sonrisa de la cara. Él… en realidad quiere que me quede. Quiere que me quede, incluso después de que hayamos terminado de hacerlo. Escuché un poco de ruido en su cocina, y regresó unos momentos después con un pote de helado en la mano. Tiene un par de cucharas con él, y me lanza una.
—Llevo todo el día deseando esto—, se cae en la cama de
lado y sonríe ampliamente. Le parpadeo, un poco nerviosa.
—¿Cómo te llamas? — Pregunto, mirando al hombre hermoso y
perfecto tendido en la cama frente a mí, que parece completamente cómodo y
relajado en mi presencia.
—Ro. Roberto Veliz—, estira la mano y yo la tomo. —¿Tú?
—Laura Fernández—, respondo, riendo. —Encantada de
conocerte.
—Ese fue uno de los saludos más inspirados con los que me
he encontrado en mi vida—, comenta, destapando la tapa del helado y
ofreciéndomelo. Intento evitar que mi cara muestre mis pensamientos. Si hubiera
intentado comer helado después de tener sexo con Javier, se habría sentado allí
con una mirada burlesca en su cara, proyectando en silencio todos sus cuentos
sobre mi gordura. Miro la tapa. Un helado de vainilla de buena calidad y lleno de grasa. Sonrío
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