Nadie me domina. No las supermodelos con las que me he
acostado, ni las mujeres ricas cuyos cuellos he vestido con diamantes. Así que
imagínate mi sorpresa cuando recibo un correo electrónico de una
empleada borracha que nunca he conocido, que no contiene uno, sino
docenas de historias eróticas donde soy el protagonista. Y en cada una de ellas
soy un sumiso. Debería dejarlo estar, pero no puedo. Esta mujer necesita
aprender que nadie le da azotes a John King.
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