Santo Visconti podía conseguir cualquier mujer a la que mirase. Estaba
acostumbrado a salirse siempre con la suya. Pero, esta vez, las cosas no le
iban a resultar tan fáciles como creía.
Julianne no era su tipo. ¡En absoluto! Ella era santurrona, moralmente
conservadora y terca como una mula, ¡sencillamente imposible! ...Aunque podía
suceder que, en el fondo, la atracción que sentía por ella fuera demasiado
fuerte, y que le importara más de lo que en un principio pensó.
Julianne Belmonte podía conseguir todo lo que se propusiera, había trabajado
duramente para estar donde estaba, y sus principios e ideales eran tan sólidos
como los de una roca. Pero, esta vez, las cosas no le iban a resultar tan
fáciles como creía.
Sobre todo, cuando apareció en todas las portadas de la prensa sensacionalista
como la nueva conquista de Santo. Un hombre que no era libre y, desde luego,
tampoco de su tipo. ¡En absoluto! Él era desquiciante, prepotente y un canalla
empedernido, ¡sencillamente imposible! ...Aunque podía suceder que, en el
fondo, ella amara aquel espíritu descarado e indómito, más de lo que en un
principio pensó.
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