Carson
Mi alma estaba condenada desde el principio. Ningún tipo de arrepentimiento
podría salvarla, y sería una broma de mal gusto siquiera intentarlo.
No había Dios para mí. Sólo existía el infierno. Un infierno al que me he
acostumbrado bien, por la mano salvaje que la vida me había repartido.
Mi destino estaba sellado mucho antes de venderlo a La Cosa Nostra. La
violencia y la destrucción eran todo lo que conocía. Todo lo que anhelaba.
Era lo que alimentaba al monstruo que llevaba dentro y que encarnaba mi alma, y
dejaba a innumerables hombres a mi merced.
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